jueves, 19 de julio de 2007

La ciudad de la distancia




















Cuando amanece en la ciudad de la distancia
lo que queda de ti son sólo gotas de rocío
y un aroma profundo de lirios que te buscan
como yo mismo te busco vida mía
en este sueño diurno que cruza los mares
que pregunta por ti, que recorre montañas,
que ahora siente frío,
que se hace pintor para trazar estático tu sombra,
y que se empapa de los restos imperfectos
del olvido.
Cuando amanece en la ciudad de la distancia
sólo me queda la verdad que se llama futuro
y mi propia historia que se madeja con tus manos.

"Manual de lluvia", 2007




Hoy escribo nenúfares


















Hoy escribo nenúfares. Tu cuerpo
es una flor que se desangra entre mis manos
como si fuera una fuente. Aún siento que tiemblas
en esta cercana lejanía.
Quédate amor, te digo...me dices...
quédate siempre... Yo sé como se sabe el aire
que cuando tu cuerpo tiembla
la luna, aunque esté a mi espalda,
serena, azul y malva, me sonríe.
Hoy escribo nenúfares. Mi cuerpo
descansa dulcemente sobre el tuyo
como si fuera un arroyo de aguas cristalinas,
como si fuera el silencio después de la palabra,
como si nunca más sintiera frío.

"Manual de lluvia", 2007


Quien ha visto como he visto yo
















Quien ha visto como he visto yo caer la tarde
iluminada naranja de tus manos,
el cielo de tu piel en este maremoto sin apenas
colores incontables de mis lágrimas;
quien ha visto como he visto yo venir la noche
cambiando los tonos vespertinos por luciérnagas,
y una mariposa buscando su cobijo entre tus labios;
quien ha visto como he visto yo nacer el alba
vestida de tu cuerpo y mi memoria;
jamás desearía la luz que se abre tras tu aliento,
esta libertad tan oscura,
este gélido gemido que no amaina.


"Manual de lluvia", 2007


Aún así seguiré en este mar

























Aún así seguiré en este mar interminable
de silencio de besos que te tocan.
La misma soledad que se detiene
en el inmenso abismo en que te sueño,
esclavo aún de mí, de mis infiernos.
Deseo alzar los pies pero la tierra
no para de empapar atravesando
con su lento rocío mi cuerpo de cristal.


miércoles, 18 de julio de 2007

Un mundo sin memoria

Aproximación indecente al Cántico espiritual
de San Juan de la Cruz
I Voy a escribirte de un mundo sin memoria. Los océanos engulleron las últimas palabras. Sólo sobrevivió tu nombre en este caos perdido entre la última tarde y esta nada tan particular donde me encuentro. En esta soledad te busco herido de muerte y agotado, y sólo me queda una pregunta, la de siempre: ¿dónde estás, en medio de qué fibras? ¿Dónde queman ya tus llamas, entre qué cadáveres y flores? ¿Hay algún claro en este bosque todavía?
II Desnudo a pocos metros de mi cuerpo espero, mejor hubiera sido, seguro, despedirme de ti pero te ansío. Tu palabra es esta misma ciudad de infinitas verdades y mentiras donde sé que para hallarte he de morir entre cristalinas fuentes y arrayanes en este desierto nupcial que acabará conmigo.

III En este callar tan largo que sobrevuela mil vuelos se quiebra el aire. Mis manos quieren ser agua sobre tu piel y tus labios. Mis ojos quieren ser faros de los secretos recónditos del tiempo. Pero este maldito frío me desangra, inmóvil, inerte, azul, sin tregua. He preguntado por ti en todos los lugares, pero nadie sabe decirme nada de tu fuego, nadie… IV Buscaré aunque no me quede más palabra que yo mismo, infértil agonía. Entre las ruinas del mundo y tu recuerdo de caricias de muerte sobrevivo. Adelgazo más si cabe estas páginas de mar para que escuches la infinidad cansada del hastío y de lábiles estrellas que se rompen en cada noche de placer: un solo instante era el anuncio de tu marcha tras la herida.
V Aún así seguiré en este mar interminable de silencio de besos que te tocan. La misma soledad que se detiene en el inmenso abismo en que te sueño, esclavo aún de mí, de mis infiernos. Deseo alzar los pies pero la tierra no para de empapar atravesando con su lento rocío mi cuerpo de cristal. VI Es urgente que tu cuerpo abrace al mío después del mediodía. Que esta vigilia insomne acurruque mis desvelos, que ya es hora de que cures este jardín cerrado, que ya es hora de que la lluvia calme esta sequedad que hiere. VII Ni uno solo de estos versos incendiará mi pecho como lo incendiará mirarte. Esta muerte, cada vez más honda, esta noche de luna en que tus manos defienden mi hermosura, estas alas que siento batir sobre el aire cansado me descubren tu rostro de absoluto vacío.
VIII

Pues en tus alas, ahora que la noche
me atrapa por fin, me he subido
para volar contigo este des-tiempo.
Mi luz son tus ojos de paloma
y mi única memoria son tus huellas
que en el aire blancas como lirios vas dejando.
En tus alas, ser-de-vuelo, voy oculto
hacia ese no-lugar soñado tantas veces
en la fragilidad del tiempo que puedo ya tan lejos
entretejido contemplar. Sólo el amor me queda
después de esta batalla hacia mí mismo:
el amor que sólo existe en el des-tiempo contigo.

Donde recogí tus lágrimas












Cuando todas las noches se hagan una sola
y desaparezcan todas las medidas;
cuando crezca un sueño donde recogí tus lágrimas
y recite tus versos como si yo fuera un pájaro;
cuando vuele tan alto que mis ojos se pierdan
y mis deseos sean pasos que tú ya no oyes;
cuando la única frontera entre el suelo y el aire
sea la línea infinita que divide tus labios;
déjame entonces que mi boca abandone la palabra
con la misma claridad con que ahora te siento.


"Manual de lluvia", 2007



De ámbar, de miel y de azucenas
























Deja que te ame así, con mis palabras,
las vestiré de ámbar, de miel y de azucenas
y construiré muy despacio la silueta de un río
para que en ella se abracen
esta urgencia que tengo por amarte
con tus ojos ausentes todavía,
el arrayán a que saben tus besos
con este naufragio irremediable de los míos.
Deja que te ame así, con mis palabras,
hasta que mi cuerpo sea con el tuyo un solo cuerpo
hasta que esté tan cerca de ti, tan cerca
que la ciudad de la distancia donde vivo
sea mañana el mar de tus labios donde muera.

"Manual de lluvia", 2007

Desde que escucho llover

























El oficio de oír llover,
Javier Marías


Desde que escucho llover mi palabra es lenta
y las gotas de lluvia, como tus lágrimas,
resbalan lentas por estas hojas de otoño.
Desde que tú lloras la lluvia y el tiempo
acompasan el ritmo de los mensajes del agua,
desde el norte hasta el sur, desde el otero
hasta esta infinita soledad de un mar en calma
en el que tantas y tantas veces
aún hoy me parece que te espero.

"Manual de lluvia", 2007

La muerte, esquiva todavía













Tú miras a la muerte,
pero la muerte aún esquiva
te ruega un último intento de aferrarte
a esta vida –ya lo sé– de cielos y de tierras
que son sólo para ti mares lejanos.
Tú miras a la muerte
y yo miro tus labios grises que se abren
para entonar ese cántico futuro, todavía
en medio de esta noche tan oscura
de tan poca memoria y tanto frío.

"Manual de lluvia", 2007


El desierto y la nostalgia


















La palabra cerrada,
el barro dormido,
la llama que se apaga lentamente
y estos sueños que dudan
entre el desierto y la nostalgia.
Las huellas de la sangre que se borran
al caer sobre la humedad de tu cuerpo.
Y yo, aquí me ves, perdido
como siempre
entre tus brazos.

"Manual de lluvia", 2007


Mis manos de espuma














A mi hija Celia


Esta vida tan vertical y tan frágil
en mis manos de espuma,
tan extremadamente hermosa,
horizontal como el páramo
en las tuyas.
Esta vida que comienza a ser memoria,
a ser palabra, en mis manos de espuma;
manual exacto de un futuro incierto
pero futuro al cabo
en las tuyas.


"Manual de lluvia", 2007


Mis manos encendidas










Este cielo de la memoria de un azul intenso
se parece al día en que murieron tus labios
en mis manos encendidas.
Mi recuerdo, ahora como el cierzo
–a fin de cuentas aire–,
cabalga por los montes buscando tus amores
en este armario de sueños,
en esta fragilidad suprema en que me encuentras
ahora que es de noche.

"Manual de lluvia", 2007




Así de simple
















Desnúdate, amor, el alma que voy
hacia ti rozando la primera luz, entero.
Llevo conmigo la noche por si nos hace falta
y el perfume de azahar en un trozo de cielo.
Espérame, amor, con los ojos cerrados
con tus labios convertidos en velero.


"Manual de lluvia"




La estación de la lluvia




Aún no he encontrado mejor estación

para escribirte
que la estación de la lluvia.
Será porque entre una gota y otra gota
te penetro con mis manos
y dibujo húmedo tu cuerpo con mis versos...
y entonces tú eres la lluvia,
y yo, el cielo prolongado…

Antonio José Mialdea
De "Manual de lluvia", 2007